Nuestras queridas penejotas: Es verano. Hace calor. Dicho
esto y resumidos así todos los noticieros de aquí a mediados de septiembre,
centrémonos en lo que importa.
Con la llegada de la época estival, a medida que disminuye
la cantidad de ropa que cubre nuestros cuerpos serranos (llegando casi al punto
de determinados uniformes de determinadas superheroinas) aumentan, ¡brotan!,
como setas con el ciclo cambiado, las jornadas lúdicas. Casi cada semana desde
el primer solsticio del año se celebran reuniones a lo grande de jóvenes, y ya
no tan jóvenes que no buscan otra cosa que compartir su afición, codearse con
iguales en gustos, relajarse y disfrutar en un ambiente casi séptico y a prueba
de muggles del frikerio.
En general, la normalidad y los y las entrañables roleros
medios priman en el gentío con el que uno puede mezclarse en eventos de este
tipo, sin embargo, tras varias (y rigurosísimas) observaciones objetivas (ahahahah!)
hemos descubierto ramificaciones de la especie e incluso especies nuevas
presentes en el ecosistema jornadil. Y aunque lo normal nos encanta, vamos a
celebrar lo no normal, las notas de color, las especias exóticas que consiguen
que un cous-cous sepa a algo más que a un cocido desestructurado.
Nada más entrar al recinto donde se celebran tales
encuentros, destacarán por su uniformidad (el color de la camiseta, el mismo
para todos) “los de la organización”. Pues bien, los de la organización se
caracterizan por estar muy atareados, en constante movimiento, como las
moléculas o las hormigas guisante, están en todas partes, y nada sería posible
sin ellos. Andan siempre preocupados, y a veces por cosas tan nimias como que
se inunde uno de los espacios del recinto que se están usando como dormitorio
(true story) Relax, take it easy, organizers! Lo dicho, sin ellos ni sin sus
quebraderos de cabeza ninguna jornada sería posible, y hay que darles las
gracias. Ahora bien, dentro de esta especie, existe la supraorganización. Es
ese grupúsculo con camiseta de staff que asume de entrada que porque ellos lo
valen y porque ellos lo han hecho, uno debe de besar por donde pisan. Sus
ínfulas apestan y se detectan a la legua. Estos no programan las jornadas para
el resto, ni para promover la afición. Estos lo hacen para engordar su, vaya
usted a saber por qué trauma infantil, mermado
ego. “Pues les castigaré con mi indiferencia” pensareis vosotras,
crédulas amigas, sin embargo, ellos suelen ser más rápidos en esto, elevando,
sin proponérselo, a los altares, a los organizadores de verdad, a los humildes,
a los que dan el dado… digo, el callo.
Algo que sorprenderá (o ya no tanto, a estas alturas) al
visitante, es la gran cantidad de mesas ocupadas por juegos de, valga la redundancia,
mesa. Haciendo honor a uno de sus títulos de cabecera, los tablerófilos han ido
colonizando el espacio disponible, pero ¡ey! todo bien, amantes de los libros
de instrucciones y si son en alemán más aun, porque, entre partida y partida de
rol, ¿qué hay mejor que un Arkham rapidito?
Hablando de partidas de rol, ¡qué graciosos esos grupos que
se quejan de que no se pública rol, de que es una afición minoritaria,
blablabla y terminan yendo a las jornadas con los mismos amigos con los que
juegan cada semana a jugar al mismo puto juego al que juegan cada semana!
Endogamia rolera: Odio jugar con desconocidos, no es nada divertido [sic,
rolero medio]


Los que no fallan son los warhammeros. Ahí, a su rollo, sin
meterse con nadie, con sus figuras, pintando, con sus escenarios, los
arboletes, las rocas, las fortalezas, chopocientosmil dados, metros, y lo
dicho, a su bola. En serio, no comprendemos cómo se juega, ni nada de lo que
hacéis, ni la de pasta que gastáis pero ¡super buen rollo, warhammeros!
¡moláis!
Montar un torneo de Warhammer asegura asistencia a unas
jornadas. Y lo mismo con las cartas. Nosotras, ya algo obsoletas, nos quedamos
en Magic (que no es rol, no, no y no. ¿Cuántas veces hay qué decirlo? Rokugan
no es Japón/Magic no es rol). Pero la asistencia de los carteros es fría y
despiadada, a lo Julio Cesar: vienen, juegan el torneo de turno, pierden todos,
menos uno, y se van. A colocar y contemplar sus mazos, suponemos.
Cobra cada vez más fuerza la presencia en las jornadas de los
entrañables otakus. Pues sí, entrañables. Es más, ya no concebimos jornadas sin
ellos. Si los otakus no existieran, habría que inventarlos. Porque dan colorido
y vidilla, con su cosplay (cuando es digno, y cuando no, más todavía) con su
karaoke (cuando es digno, y cuando no, mejor) con sus dibujetes… El que más el
que menos te hace en dos minutos un fan art que te deja tieso. Algo huele a
podrido en ese sentido ¿es que solo te
dan el carné de otaku si sabes dibujar? Además, ellas, las ellas embutidas en
trajes de colegiala, alegrando la vista cansada de escudriñar fichas del viejo
rolero medio.
Y aunque por desgracia se ven cada vez menos, no podemos
terminar sin mencionar a los aficionados al soft combat, tan pintorescos,
dándolo todo con esas armas de gomaespuma que parecen sacadas directamente de
un dibujo animado… ¡eso es! De la fábrica de ACME. No subestimarles, esos
combates tienen normas. Y las armas deben tener determinadas medidas. Que sí,
que son en serio. ¡En serio! Y ¿habláis de postureo? Postureo es lo que tiene
alguno de estos, y lo demás son tonterías.
Y hasta aquí este estudio antropoilógico. Este
desentrañamiento de la flora intestinal de unas jornadas, a las que
recomendamos encarecidamente asistir.
- ¿A
cuáles, a cuáles?
- ¡A todas,
copón, a todas!
Recordad, queridas penejotas, que cualquier parecido con la
realidad es mera coincidencia. O no.
Post scriptum: para los que nos dabais por desparecidas en
combate, recordad que no está muerto lo
que yace eternamente…
Son muy importantes las categorias y he de decir en honor a la verdad que los del estilo llanero solitarios me ponen un montón...jejejeje. Larga vida y prosperidad.
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